Thursday, June 18, 2015

Ayer en Luyanó, La Habana, y ahora en Raleigh, Carolina del Norte.


Me crié en Luyanó, La Habana, donde teníamos una mata de mangos y otra de aguacates en el traspatio de nuestra casa, los que daban frutas abundantes y muy sabroaas, sin regarlas o darles  algún otro cuidado. Mi padre las sembró de semillas; la mata de mango tomó unos tres años en dar frutas y la de aguacate siete años.  No hay nada como comer mangos y aguacates acabados de desprender de las ramas de las matas. 

Cuando compramos casa en Raleigh, Carolina del Norte, ni pensar en mangos o aguacates, así que compré y sembré en el traspatio dos manzanares y un peral. Cuando comenzaron a parir, las frutas eran murruñosas, y no llegaban a crecer del todo, porque los pájaros las tiraban al suelo al picotearlas.

 Consulté con un amigo nacido aquí, quien me aconsejó: cada año tienes que podar las matas, después abonar la tierra, fumigar las matas antes de la floración, y echarles agua cuando no llueve. En cuanto a los pájaros, con suerte los ahuyentas con espantapájaros.

 
Demás esta decir que eso era mucho trabajo, así que las matas se secaron. Ahora tenemos un pequeño’bosque’ de cedros, “dogwoods” y otros arboles, los cuales disfruto viéndolos y tomando un trago sentado en la cocina de vez en cuando.

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